Oda a la locura

Dicen que soñar despierto es cosa de ingenuos, que cuando lo haces sólo te rondan "pajaritos" por tu cabeza, hasta tal punto que te nublan la mente. A mi, me encantan esos pequeños colibríes que revolotean sin cesar dentro de mi sien. El día que dejen de batir sus frágiles pero fuertes alas creeré haber muerto. Intento a toda costa fortaleces mis "pajaritos" mientras estoy en constante vela, porque cuando caen rendidos mis párpados, las pesadillas y los pesares corren cual felino detrás de mis colibríes. Quiero pensar que no estoy fuera de mis cabales al tener tanto ajetreo mental, más propio de una pajarería que de una cabeza. Por eso, intento convencerme de que sin soñadores el mundo no sería como hoy lo es, desde el primer ser humano que creyó en el fuego como una útil herramienta hasta grandes ornitólogos como Rosa Parks, Martin Luther King, Gandhi o Nelson Mandela. Nombres conocidos y otros que no necesariamente tienen que serlo deben de servirnos de guías en nuestra eterna lucha entre la cordura y la locura, donde debemos de conseguir amansar las fieras y amamantar nuestras aves para que éstas nos lleven volando al telos personal (y por ende comunitario) de la férrea apuesta por un mundo diferente, y mejor. Porque, aunque parezca una broma de mal gusto, a veces es necesario una horda de locos con estos desvaríos en nuestro mundo. En mi caso, la locura me lleva a pensar sin cesar en términos como la ética, la moral, la justicia y la Política en sus más hermosas concepciones. Y no me cabe la menor duda de que, un gran número de personas, considerarán mis cuatro pilares básicos de vida una sarta de sandeces ante el contexto que nos rodea a todos y cada uno de nosotros, donde la ética suena a una aburrida asignatura de la ESO, la moral parece chino, la justicia nos evoca a ilusiones abstractas y la Política se ha convertido en un término maldito. Estas locuras actuales son denominadas así por el brutal apaleamiento al que se han visto sometidas a lo largo de nuestra historia reciente por parte de poderosos actores, siendo además, en clara crítica a nuestra sociedad, asimiladas por la mayoría de la ciudadanía como tal. Cosa que no es de extrañar en un país donde, por ejemplo, el deporte nacional es defraudar a Hacienda de una forma u otra, y eso sumado a que dicha institución, en casi la totalidad de su jerarquía, está rebosante de podredumbre corrupta, entonces apaga y vámonos. Una cosa está clara, si queremos cambiar la situación actual, debemos de empezar por cambiar nuestra propia situación, nuestras actitudes personales y para con la comunidad y, sobre todo, actuar. No importa que seamos los últimos jugadores de este juego, lo importante es que tenemos la posibilidad de jugar y de cambiar las reglas. Pueden parecer meras ilusiones o utopías, pero si no creemos en ellas, no tenemos ni siquiera el derecho a quejarnos de que las reglas del juego no nos gustan. Ante la cúpula que nos impone, debemos de luchar por ser nosotros los que nos imponemos, tenemos que tener claro que somos los eternos y únicos soberanos de nuestro destino, y ese destino personal es inevitablemente unido al de nuestros iguales, tenemos que tener una clara conciencia de lo común, debemos de saber que al lado de nuestros ombligos hay otros ombligos que comparten causa y final. Y para alcanzar ese necesario concepto del bien común se hace imprescindible recurrir a la ética y moral humana, básicas en crear una fraternidad férrea alejada de lemas franceses y cercana a la clara diferenciación de la solidaridad con la caridad. Unas herramientas que no pueden ir solas, tienen que ir cogidas de las manos de una justicia social, donde debemos de tener claro que igualdad no es lo mismo que justicia. Y una vez alcanzado esta gloriosa concepción de la lucha por el bien comunitario y estar convencidos de la necesidad de su implantación, tendremos en nuestras manos la llave para poder hacer todo eso realidad y mantenerlo siempre vivo de generación en generación: la Política. Una Política bien diferente a la que nos intenta vender la actual "clase" política claro está.

Todo esto que parecen cuentos lejanos es posible de conseguir, estoy convencido de que es posible, sólo tenemos que creer y actuar. Somos simples ciudadanos de a pie, sólo cuentan con nosotros cada cuatro años para introducir en las urnas unos sobres sin dinero. Utilicemos sus reglas para cambiarlas. Todo ciudadano con derecho a votar tiene en su mano cambiar el rumbo de su propio destino y el de los demás. No caigáis en el pensamiento de que la Política no os interesa, porque el simple hecho de que estés leyendo estas líneas es ya Política, que bebas agua del grifo o de una botella, es Política, que circules por una carretera o cojas un autobús, es Política, queramos verlo o no, la Política condiciona nuestro día a día. No la dejemos en manos de lobos con piel de cordero, y más, sabiendo que nos consideran borregos. 

Veis, mis "pajaritos" me llevan a escribir estas líneas, pero, ¿por qué debería de considerarlas fruto de desvaríos? Me niego a pensar que en mi cabeza aletea otro tipo de ave que no sea un colibrí, porque, recordando una fábula que oí hace un tiempo, en la que se cuenta que un elefante huía despavorido del incendio declarado en su hábitat, mientras que el colibrí volaba en dirección a las llamas con unas cuantas gotas de agua en el buche. Si el colibrí creía en que podía apagar el incendio, ¿cómo vamos a no pensar nosotros que un mundo diferente y mejor es posible?

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