Andaluza musa




El viento eleva su lúgubre canto.
Los cálidos pinares se alzan en algarabía.
Negras nubes se desbordan con su manto
sobre las hojas de mi ser en eterna travesía.
Esquinas de sonrisas hacen eco,
a través del humo de pipa efímero
que huye de mis manos con aire burlesco,
mientras que mis ojos hablan con Homero.
Verdes naranjos se confunden en el carmín,
el azahar de mi corazón se inunda del jazmín
que enarbola la pureza moruna de este jardín.
Gotas de amargo llanto divino caen con cobardía
sobre las arrugas de miel que sin altanería
gritan luz y alegría de ti, Andalucía.

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El sol quema todo mi cuerpo,
la tierra ya es pura ceniza celeste;
los árboles cobijan a la diosa del cante
y sus voces inundan todo el espacio.
Allí Lucena, al otro lado Moguer,
enfrente Chiclana, aquí Alhaurín…y sol,
sequedad, rostros enjutos y tristeza;
mis manos y mis pies hablando
y mi boca andando con mis ojos,
el corazón seco y quemado,
el agua de mis ríos levanta polvaredas
al pasar levemente mi pensamiento.
En mis manos y en mi cara…Andalucía,
en mi casa pobreza y resignación, dolor,
en mi pasado “voces de muertes
en el Guadalquivir…”
en mi futuro trovadores falsos en busca
de la sangre de mis hijos, de mi Andalucía
en mi presente…
La tierra cepa del olivo podrida
amamanta, olvidada de España crece.
Mis hijos, sus sudores y los míos la aman,
el sol la mata y nos mata…lágrimas.
Ella continua fusilada.
Todos los días hay una flor en su tumba.


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Mis manos resbalan por tu cuerpo.
Con algazara, amamanto de pesar
las mejillas de tu corazón altivo,
escollos del ayer que pelean por tu besar.
La luna se esconde entre pinares
y vientos del hoy;
tus ojos vuelan por los alminares
de la alcazaba a la que voy.
Mares de polvo iluminan tu pelo,
luces de brillos incansables coquetean
entre los perfumes del radiante velo
que impones a aquellos que te desean.
Morena de blanca y pura alma andaluza,
arabesco caminar de firme galante,
mis labios buscan con talante
la miel que tus palabras endulza.

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