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Mostrando entradas de noviembre, 2014

El tren bovino

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La lluvia cae, pesada, sobre la campiña de la Champagne. Tirotea sin pudor el techo de hojalata del anticuado carruaje sobre raíles en el que me encuentro. Frente a mi jornada, un sinfín de paradas y abrevaderos. No importa cuánto se demore mi llegada, estoy tranquilo, sé, que a pesar del balanceo, conseguiré centrarme en el destino elegido. No cerraré los ojos y, tampoco, me dejaré llevar. Tengo que estar sentado en este tren, es la obligación de cualquier ciudadano. De igual manera, es indispensable, necesario, vital, saber cuándo nos queremos bajar. Miro a mi alrededor y veo toda clase de personas. La mayoría acepta calmadamente el frío e inerte mecer que les ofrece el convoy. Es lo más fácil, dejarse llevar. Cerrar los ojos, besar a Morfeo, olvidarse de tu destino, encerrarse en el yo. Mis párpados, tentados, quieren hacer compañía a los demás pasajeros. Por unos instantes, me dejo acunar. Puedo sentir cómo todo fluye, el ruidoso e inquieto caminar de la locomotora se convierte...