Hyperión
Asoma, en el cielo de la tierra de las frágiles oportunidades, de manera imponente y con una abrumadora majestuosidad, sacando pecho y henchido de orgullo, Hyperión. Quién en sus inicios fuese una humilde semilla que, ahogándose bajo tierra, saliese a la superficie para ver como Helios pasea al sol, se ha convertido a día de hoy en el ser vivo más alto del mundo, 115 metros de altura, dejando detrás a las demás sequoias y a quien osase interponerse en su camino a la gloria. Todas sus congéneres ostentan récords de altura. Sólo Hyperión alcanza a pegar en las puertas del Olimpo. Puertas que se alejan del ser humano. "El hombre es bueno por naturaleza" se atrevía a pronosticar Rousseau. Buenaventura que queda varada en los confines del mundo de las ideas platónico. Mientras, una segunda sentencia baja al mundo sensible: "El hombre nace libre, pero en todos lados está encadenado". Desde los confines de nuestras almas parecemos estar atados, agobiados y agonizantes...